Un pequeño gran tsunami económico que no interesa a (casi) nadie
Y no interesa a (casi) nadie. Excepto a aquellos que lo van a sufrir y todavía no lo saben.
Y es que estamos a las puertas de un desastre económico.
Y nos estamos refiriendo a la próxima campaña del IRPF, también conocida más popularmente como “de la renta”, campaña que ya se acerca y que va a ser especialmente dolorosa para las rentas más bajas y que además han estado, y/o están todavía, en un ERTE.
Nos vamos a encontrar ante aquel trabajador o trabajadora que habitualmente no realizaba la declaración por no superar el umbral de los 22.000€ y que, habiendo cobrado de un segundo pagador durante el 2020 (tal como se considera, también, al SEPE) supere los 1.500€ de este segundo pagador. Este trabajador o trabajadora a buen seguro deberá realizar la declaración puesto que al haber percibido ingresos de 2 o más pagadores, y que el segundo o sucesivos hayan sido superiores a los 1.500€, tendrá la obligación de declarar al superar, en su conjunto, los 14.000€. Pero el hecho podría concluir ahí, sin más, si no fuera por el drama que, además, una gran parte de estos declarantes, con salarios bajos y precarios, se van a ver obligados "a pagar" porque la declaración les va a salir positiva.
Este "desconocido" tsunami que se nos viene encima y que va a afectar a miles, quizás millones de trabajadores de este país, hubiera tenido una fácil solución con la elaboración de un Real Decreto por parte de Estado dejando las prestaciones recibidas por estar en ERTE, al menos aquellas correspondientes al periodo más duro de la pandemia de los meses de marzo, abril, mayo y junio, exentas de tributación.
Sobre esta fácil y justa solución no he escuchado a nadie a lo largo de todos estos meses. Ni partidos de izquierda, tan sociales ellos y preocupados por la clase trabajadora, ni partidos de derecha, tan reactivadores de la economía y del empleo, ni sindicatos, tan reivindicativos siempre, ni patronales, tan creativas ellas, ni medios de comunicación, tan locuaces al servicio del bien común, ni expertos en materias tan diversas y dispares, de los cuales este país tiene un evidente superávit radiofónico y televisivo.
Llego a la triste conclusión que ello es así porque ni a los de izquierda, ni a los de derecha, ni los que reivindican, ni a los que crean, ni a los que informan y ni tampoco a los que opinan les afecta para nada económicamente esta pandemia, los ERTE los han visto en pintura y su bolsillo sigue tan boyante como siempre.
Señores (y señoras) legisladores y/o legisladoras: todo empezaba y terminaba en un simple, fácil y triste (por inexistente) Real Decreto. Qué complicado, realmente qué complicado… ¿verdad?...